A la muerte de Fernando VII en 1833, los Carlistas proclamaron a su hermano como Carlos V, rey de España, rechazando a la futura reina Isabel II. La proximidad de los Carlistas a la ciudad exasperaba los ánimos de los liberales y la noche del 5 de agosto de 1835, la plebe se amotinó forzando las puertas de las prisiones y liberando a los Carlistas detenidos, consiguiendo más tarde la abolición de los señoríos y la clausura de muchos conventos. Esto último tuvo consecuencias importantes en el urbanismo de la ciudad, ya que fueron derruidos diversos conventos y en los solares se abrieron nuevas calles e instalaciones. En 1839 se inició la construcción de la Plaza Redonda en el lugar donde antes se mataba a los animales que se vendían en el mercado.
El 6 de marzo de 1836 la Milicia Nacional toma Valencia y obliga a el Capitán General a dimitir. Consternados los liberales de la ciudad de Valencia por la impunidad de movimientos de la tropa Carlista, reclaman una radicalización de la política; capitaneados por Boïl, rechazaron el Estatuto Real otorgado por la reina gobernadora, que tuvo que aceptar la Constitución de Cádiz de 1812 que fue proclamada en Valencia el 10 de agosto. El 12 de octubre de 1840 María Cristina renuncia a la regencia y el día 17 embarca hacia Roma. El 20 de octubre las infantas salen de Valencia, a donde habían llegado con su madre en julio de ese mismo año, para dirigirse a Madrid, donde Espartero se hará cargo de la regencia.
En los años 1854 y 1855 hubo dos epidemias de cólera con 2.000 muertos cada una, cifra considerable ya que la ciudad no había crecido desde 1831 debido a la guerra civil y a la limitación del espacio que suponía la muralla. El 22 de marzo de 1852 se inauguró el primer tramo de ferrocarril, el de Valencia al Grau y en esta etapa del siglo se construyó el edificio más importante de la época isabelina en Valencia, la plaza de toros, que en el momento de ser inaugurada era la más grande y bella de España.